Aquellos días en que, a pesar de la distancia,
solía sentir tu presencia a mi lado,
fueron el campo de batalla de acontecimientos amargos.
Aunque, aferrado a tus versos,
Aunque, aferrado a tus versos,
mi espíritu sobrevolaba la esteparia realidad,
oteando un horizonte frondoso.
Mas, con el tiempo, llegaron los funestos presagios.
Para ahuyentarlos, no dudé en taponar mis oídos,
y, más tarde, ante su creciente acoso,
prescindí de mis ojos, incapaces ya de ver esperanza,
y olvidé mi memoria
y olvidé mi memoria
que, lacerante delatora,
me atormetaba con un sinfín de fantasmas.
No fue suficiente.
Ahora, mis dedos rozan tus labios
buscando una palabra que nunca llega.
Tomo tus manos
que, al contacto con las mías,
pareciera que se quedan sin vida.
Tu cuerpo permanece atado a mí,
pero no sé dónde anidan tus sueños.
Nada me queda. Nada.
Solo un nebuloso recuerdo
de aquellos días en que,
a pesar de la distancia,
solía sentir tu presencia a mi lado.
© Magdalena Albero
"Nada me queda, Nada.
ResponderEliminarSolo un nebuloso recuerdo
de aquellos dias en que,
a pesar de la distancia
solia sentir tu presencia a mi lado"
Es curioso como alguien mas puede escribir
exactamente lo que una siente.
El amor cuando es correspondido no entiende de distancias, las distancias empiezan cuando el amor se acaba y aun en el roce diario de presencias ya no nos dice nada.
Magdalena, me gusta mucho como escribes, me abres el alma. Lo sabes, verdad?
Mil gracias, Isa.
ResponderEliminarViniendo de ti es un inmenso honor.