Cuando mi piel era de melocotón
y mi cuerpo de niña,
me decías que me amabas,
¿Qué amabas de mí?
Cuando mi cuerpo de mujer
exhalaba aromas frondosos
y mi piel era dúctil,
¿Qué amabas de mí?
Cuando encontraste otra piel,
otro cuerpo,
en que enterrar tus deseos
¿Nada te recordaba a mí?
¿Y ahora pretendes que te considere
un alma herida por el amor?
Dime, ¿qué entiendes por amor?
¿La simple atracción de dos cuerpos vivos?
Prefiero el destierro del autismo;
prefiero la soledad, como losa de mi tumba;
antes que ser el objeto efímero,
nunca declarado de tu amor.
© Magdalena Albero
Hay muchas aves de esas, amiga, que van calentando diferentes nidos, pero siempre regresan a donde saben que hay un amor bueno que curara sus alas, que bueno que no lo hiciste y que se vaya a volar...
ResponderEliminarGracias, Isa.
ResponderEliminarUn inmenso placer encontrarte por aquí.
Un cariñoso abrazo
Me encanta tu poema. Es hermosísimo.
ResponderEliminarGracias, Angus.
ResponderEliminarTu blog también me parece hermosísimo. Te leeré con asiduidad.
Un cordial saludo